Homenaje a Alejandra Pizarnik
(primer homenaje)
Tu esqueleto de espumas.
Tu infancia hasta el fin de los días.
1970
La inocente
(segundo homenaje)
Desnuda y victoriosa, da de comer
a los animales salvajes.
Ellos lamen sus muslos, le gastan
el sexo dulcemente, se alimentan
de esas aguas más profundas.
Al amanecer, ella cierra sus
piernas. Los animales gimen
al principio, rugen luego,
la despedazan con sus garras.
La bella indiferente dice: ¡hasta
mañana! y duerme.
Los animales protegen sus
despojos.
Alejandra Pizarnik
(tercer homenaje)
1
¿Te acordás, Alejandra, cuando
el Adagio de Albinoni envolvía
tu cuerpo solitario, y arcángeles
sorprendidos
volaban entre vidrios de colores
arrojando ramos de luz?
2
Tan sola, tan frágil, tan
dolorosamente abandonada
entre juegos de infancia
que repiten y repiten
una misma canción.
La que va a morir tiene
grietas en los labios y flores
desteñidas arrancadas de su piel.
La que va a morir inventa
una sonrisa que cuelga
de su rostro como diciendo
adiós.
3
Hace frío y tus manos dibujan
una puerta que se abre hacia
un jardín vacío. Yo me iré,
decías, sin saber, sin querer.
Abrazada a mi nombre, yo
me iré sin saber.
4
Ruedan los dados sobre un tapete
verde. Ruedan las palabras sobre
la página en blanco. Ruedan,
ruedan hacia un destino incierto.
He aquí la elección: escribir o morir.
Nada tan fácil, nada tan difícil.
Y el espejo se rompe y la luz
se desvanece. ¿Alejandra, Alejandra,
adonde vas?
Y desde ese silencio
otra música nace.
Rubén Vela